Aunque la digitalización está ‘devorando’ a las revistas impresas, estas siguen gozando del favor de las editoriales y del público lector. Tanto es así que los ingresos de este sector se situaron en 364 millones de euros en España, según datos de Statista.
Encuadernar revistas continúa siendo, por esta razón, una necesidad para miles de publicaciones en activo. En líneas generales, dos son los métodos de encuadernación más empleados en el mercado de las revistas: la rústica y la grapada.
La encuadernación grapada, o saddle stitching, se emplea en libros, dosieres, catálogos y folletos, además de en revistas, a condición de que su grosor no sea excesivo. Esta limitación se compensa con ventajas inestimables, como su precio económico al no requerir cortes de guillotina ni sangrado. De hecho, el margen que precisan es, por lo general, de 1 centímetro en los extremos.
Este tipo de encuadernación se divide en dos clases, en función de las grapas empleadas: las omega, que no se utilizan en revistas, y las normales, que unen los distintos pliegos y cuentan con el diseño de una grama común y corriente.
Por otra parte, la encuadernación de publicaciones impresas puede realizarse en tapa blanda, rústica o softcover. Esta se caracteriza por unir los distintos tochos de papel con un forro de plástico, cartón o celulosa en su lomo por medio de un encolado o un cosido.
Surgida en el siglo XIX, la encuadernación en rústica es una solución muy popular, adoptada por la mayor parte de las revistas en España y el resto del mundo. Entre sus ventajas, figuran el coste asequible en grandes tiradas, una usabilidad más flexible y la resistencia adicional que aporta su encolado o cosido.
Las publicaciones impresas así encuadernadas se dividen en dos tipos, a saber: la rústica cosida, con una mayor resistencia que encarece el precio final, y la rústica fresada, menos costosa, pero con una vida útil limitada.