Mi viaje hacia la superación de la amaxofobia en Santiago de Compostela comenzó en un punto de mi vida en el que el simple hecho de pensar en conducir me llenaba de una ansiedad abrumadora. Este miedo no solo limitaba mi libertad personal sino que también afectaba mi vida social y laboral. La amaxofobia, el temor a conducir, es una condición que muchas personas experimentan, pero hablar sobre ella y admitir que necesitaba ayuda fue mi primer paso hacia la superación.

Vivir en Santiago de Compostela, una ciudad con una rica historia y cultura, significa también enfrentarse a calles estrechas y una circulación que puede resultar intimidante para quien ya siente temor detrás del volante. Sin embargo, esta misma localidad se convirtió en el escenario donde comencé a desmantelar mi miedo, pieza por pieza, gracias a los recursos y el apoyo disponibles aquí.

Mi proceso de superación comenzó con la búsqueda de un buen terapeuta especializado en trastornos de ansiedad y fobias específicas. La terapia cognitivo-conductual, una de las técnicas más recomendadas para tratar la amaxofobia, me ayudó a identificar y cuestionar los pensamientos irracionales que alimentaban mi miedo a conducir. A través de sesiones regulares, aprendí a descomponer estos pensamientos en partes manejables y a exponerse gradualmente a la idea de conducir, primero en teoría y luego en práctica.

El siguiente paso en mi camino fue inscribirme en una escuela de conducción en Santiago que ofrece cursos diseñados específicamente para personas con amaxofobia. Estos cursos no solo se enfocan en las habilidades prácticas necesarias para conducir sino también en técnicas de relajación y gestión del estrés. Conducir por las calles de Santiago se convirtió en una experiencia de aprendizaje, no solo sobre las reglas de tráfico sino sobre mí misma y sobre cómo enfrentar y superar mis miedos.

La paciencia y comprensión de mi instructor fueron cruciales. A diferencia de las lecciones de conducción convencionales, estas sesiones estaban adaptadas a mi ritmo, permitiéndome construir confianza gradualmente, sin presión. La flexibilidad para adaptar las rutas y la duración de las sesiones a mi nivel de comodidad cada día hizo una gran diferencia en mi progreso.

Paralelamente, participé en grupos de apoyo y talleres, donde pude compartir experiencias y estrategias con otras personas que enfrentaban la misma lucha. Saber que no estaba sola en esto y escuchar historias de éxito fue increíblemente alentador. Estos grupos, a menudo organizados por centros de salud mental o escuelas de conducción, ofrecen un espacio seguro para expresar temores y celebrar cada pequeño avance.

La clave de mi superación fue entender que la amaxofobia es un miedo como cualquier otro, con raíces profundas en la psique que pueden ser abordadas y tratadas. Aprender a conducir en Santiago de Compostela me enseñó no solo a manejar un vehículo, sino también a enfrentar mis miedos de frente, con la ayuda adecuada y a mi propio ritmo. La ciudad, con sus retos y apoyos, fue el mejor lugar para emprender este viaje personal.

Superar la amaxofobia no fue un proceso rápido ni fácil, pero cada pequeño paso adelante me llenaba de una sensación de logro y confianza. Hoy, mirando atrás, puedo ver cada momento de duda y cada desafío superado como partes esenciales de mi camino hacia la libertad y la seguridad detrás del volante. Este viaje personal hacia la superación de la amaxofobia en Santiago de Compostela ha sido, sin duda, uno de los más transformadores de mi vida.

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paco